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Dual de Noche

El viento molestaba, y las gotas de rocío laceraban de frío a gatos y ratas que se arremolinaban alrededor de los cuerpos, aún calientes, de los indigentes que trataban de dormitar. Él se encaminaba por las callejuelas, devorando la continuidad de edificios altos y sintiéndose libre, poderoso. Hacia donde alzara la vista, las derruidas paredes delimitaban lo que disfrazaba el brumoso cielo, mientras que en el entorno, misteriosas sombras deseaban detenerlo. Su instinto lo guiaba, acechando algún lugar, buscando en los rincones y hurgando en las ventanas; sabía que no tenía mucho tiempo, su conciencia así se lo indicaba, y mas sin embargo no estaba ansioso. En “este lado” encontraría sus respuestas.
Quizás hasta encontrara el sentido de porque la vaguedad de sus cavilaciones en el “otro lado”.
Algo saltó desde el enorme vestíbulo, ahí donde la mampara sostenía la enorme publicidad de Colin Inc. Rebotó en la contrapared y se dirigió hacia él, lo esquivó con un movimiento hacia la derecha y se arrastró hacia el contenedor de basura. Desde ahí observó a la criatura; su cuerpo brillante a la luz de las lámparas se tensaba, buscando de aquí a allá con los ojillos que remataban el pico de águila y la corona de plumas sobre su cabeza, hurgando el aire y recogiendo cualquier sonido; se movía elegantemente a pesar de sus grandes alas sobre el aparente frágil cuerpo de hombre. Recorrió el lugar con la mirada de aquí para allá, su cuello era grueso y sin embargo se movía con la gracia típica de una rapaz pescadora. Sus plumas metálicas oscilaban al compás del vientecillo juguetón que circulaba alrededor de ellas, como investigando la naturaleza de ésa y otras quimeras a las que se había acostumbrado encontrar en “este lado”.
De improviso se detuvo y desplegó sus alas, saltó entre chillidos y sus garras anhelantes buscaron el pecho cubierto del hombre, éste se elevo por encima de los diez metros mientras la bestia frenaba su impulso para cambiar de dirección. Alcanzó una de las piernas y jaló; él se defendió con las extremidades libres y formando un ovillo de movimientos y golpes, se estrellaron violentamente contra una de las paredes, quedando brevemente suspendidos en el enorme hoyo provocado. Sujetó el cráneo por las sienes emplumadas y presionó sus pulgares contra los pequeños ojos, el ente volvió a chillar mientras caía al vacío. Algo recuperado reemprendió el ataque con más ferocidad. Desplazándose otros dos metros hacia arriba, burló la acometida y contraatacó la espalda de su enemigo con la mirada. Centenares de plumas saltaron a los lados, introduciéndose entre los ladrillos y perforando ventanas y canceles.
No podía escapar. Alzó sus manos y de ellas brotó un chorro de luz que acabó en multicolores al tocar el desplegado que se vino abajo junto con el monstruo. Golpeó el suelo y se incorporó de inmediato. A su lado, como un grupo de centinelas, las llamas crepitaban y consumían lo que quedaba del cartel.
Ambos se midieron con la vista, calibrando y comparando. Su adversario era formidable: dos metros de furia letal e inteligencia bizarra. No sería fácil seguir luchando así. Preparó nuevamente sus manos y se dispuso a repeler otro ataque; sin embargo la especie de grifo volvió a gritar y se alejó entre remolinos.

Bajó los brazos aliviado y exploró nuevamente su alrededor. Vaya caos que habían provocado. Se acurrucó sobre una de las paredes y pensó. Se sentía maravillado de la visión, extasiado, con un ligero toque de miedo pero tranquilo ....ahora sabía lo que buscaba y lo que debía hacer; es más, ......estaba seguro que ambos se buscarían desde ahora.

-Benito, ¡Benito!. Vamos despierta. Ya no puedes seguir aquí-.
Benito se desperezó y se incorporó lentamente. Ante él se formó la imagen de una dulce anciana. -Buenos días Doña Margara- Contestó.
-Es tiempo que te marches. Las brigadas no tardarán mucho en pasar-. Dijo la mujer mientras barría el piso alrededor de la banca.
-¿Las brigadas?, .... ah ...¿sabe? no entiendo aún por que lo hacen. ¿Acaso tengo la culpa de ser como soy?-. Ser un débil mental y aparte indigente, era una profesión bastante común en estos días. Y Benito desgraciadamente formaba parte de ése gremio.
-No. Pero debes entender que no es conveniente que andes vagando por ahí sin saber hacer nada-.
-Se contar-. Refunfuñó el chico con una sonrisa de oreja a oreja. La mujer frunció el ceño y miró sus ojos. Complacientemente, se la devolvió. - Anda vete-.
Se estiró un poco y sacudió el polvo de su vieja ropa mientras se dirigía a la puerta.
La casa era muy amplia y el jardín se veía hermoso. Hacía 3 días que le habían permitido pasar las noches en ese lugar y se sentía bastante agradecido. Después de todo, tenía varios meses de conocer a la señora y le había caído bien. Los árboles eran bastante jóvenes, pero proporcionaban una sombra gentil y las rosas proporcionaban un agradable aroma. A su derecha el pequeño lago bullía con los patos socarrones a los que odiaba de forma visceral. A su izquierda estaba el campo de golf y enfrente, justo detrás de otra cortina de árboles, se encontraba la salida de la casona.
Se detuvo y observó uno de esos extraños pájaros. Le recordaban algo, como quien sospecha haber estado anteriormente en un lugar sin lograr ubicarlo. Se marchó.
Vagó un rato y se dirigió a los comedores comunales de la ciudad. Aún le quedaban varios vales que cambiar por desayunos, y en ese momento su estómago empezaba a roncar. Se enfiló por las calles gastadas con su andar lento y notablemente tambaleante mientras observaba los edificios a su lado en los que tantas veces había dormido.
Hacia adelante, un grupo de personas hormigueaba frenéticamente. Se detuvo un momento y trató de identificarlos. -Policías, bomberos, mirones. No brigada. No hay problema- pensó.
Todos parecían estar mirando hacia arriba
Por la pared de ladrillos rojos y a una altura de unos doce metros, un enorme hoyo se destacaba de entre otros más pequeños. Sus contornos irregulares y su profundidad sugerían un gran impacto. Por los edificios adyacentes, dos tipos uniformados y cubiertos hasta la cabeza, colgaban de cuerdas mientras hacían cosas alrededor del agujero que Benito no entendía.
Un helicóptero rondaba cerca. -¡Guáu!¡Televisión!-. Exclamó. Le gustaba mirar esa caja en la que salían sus monos preferidos.
La nave hizo varios movimientos y finalmente sobrevoló sobre el lugar donde debería de haber estado la publicidad de Colin Inc. Benito la siguió con los ojos y llego al mismo punto. Sólo quedaban hierros retorcidos y pedazos de lámina pintada. Suspiró y recordó las innumerables veces en se quitó la crueldad del sol bajo la sombra de aquel cartel. -Ni modo-.
Avanzó un poco, después de todo era el único camino hacia los comedores y el hambre se estaba haciendo insufrible. Trató de no detenerse mucho, sabía que gente como él no era muy grata a los ojos de los demás y menos ante los famosos vecinos de esta ciudad.
Todos lo sobrepasaban arriba de los 60 cm., por lo que no pudo ver mucho más de lo que ya había captado, así que se apresuró………. el hambre lo mataba.

Continuará

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