LA SERPIENTE DE FUEGO 12

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Años… milenios.  Temporalidad que reverbera en la historia de los seres que entre los dos, han creado;  reservorios de la esencia que más tarde, ya madura, migra por el universo a un nuevo receptor, alguien como Yi Man Huel  y Seykan… ambos los crearon y ambos los perciben diferentes.

Yi Man Huel,  cerrado para sí mismo, todopoderoso y omnipresente. Fiel servidor de Omet ot y soberbio ante los hombres; seguro de que, como criaturas instintivas, son incapaces de abrigar la conciencia de lo bueno y lo malo; dóciles corderos sedientos de la guía infalible de sus padres. Y no podría ser de otra forma, lo que se desarrollaba en ellos, más tarde llevaría la chispa de la vida a un lugar muy lejano.

Seykan, por el contrario, se fascina de la naturalidad con la que aprenden y se incendian el espíritu con el fuego de la creatividad y el ingenio. Incisivos y luchadores, aplican lo que  aprenden. Mejoran y superan retos, son intensos cachorros exigiendo más y más… y Seykan, no duda nunca en darles las manzanas del árbol prohibido del conocimiento.

Celoso de su hermano, Yi Man Huel  intriga contra él y se asegura que sus otros dos hermanos abracen el odio creciente contra los humanos. Para Omet Ot, no hay duda; aquellos han fallado y no pueden ser más, portadores de su preciosa carga.

Seykan confronta al Padre y defiende inútilmente a los humanos. Omet Ot los ha condenado y no deja opción para la más hermosa y perfecta de las Serpientes de Fuego. Él se rebela contra el Padre y sus hermanos; lleva la guerra hasta el cielo, lejos de sus protegidos… hasta la misma nave de donde todo mana.

Aquel ser dual, envía a la Serpiente del Fuego Azul… el morador de la casa del sur. Él es el amo de la guerra y junto a sus vasallos, merma los Tronos de Seykan. La batalla es inútil…  las tropas caen del cielo en una lluvia de estrellas y al final, la Flama Blanca es derrotada.

Seykan –El Adversario–, es ahora rodeado por sus hermanos y alguien más. Al Norte, Yi Man Huel, la Serpiente del Fuego Negro. Al Sur, Hi Huipotli, la Serpiente del Fuego Azul. Al Oriente, Ha Xipriel, la Serpiente del Fuego Rojo. Y al Oeste, se encuentra el Gemelo, el usurpador de la Casa del Fuego Blanco.

La sentencia se fija rápidamente. Seykan es desterrado a la prisión en las entrañas del planeta y su centinela, fiel vigilante de su condena, lo acompañara como la estrella matutina y vespertina hasta el día en que sea liberado. 

Pero no todo está perdido. Conmovido por el amor que siente por su hijo y la curiosidad que le ha nacido por entender la traición que El Adversario ha elevado hasta su recinto, decide no acabar con los humanos. Desea ver como evolucionan los 21 gramos que se alojan en cada hijo. Pero no se arriesga, se asegura que a su partida, los discípulos del Fuego Negro guíen los pasos de aquella prole bajo sus preceptos y principios…  él sonríe, sabe que la semilla plantada, aun radica en ellos.

Se retiran… y a su partida, Omet Ot advierte del regreso del Fuego Azul; justo al final del quinto sol, cuando aquel sistema planetario entre en conjunción con el inmenso disco principal.  Mucho tiempo ha de pasar, el suficiente para asegurarse que lo que hace humanos a los humanos, sea justo como el Padre quiere; y si no es así, que el fuego azul los consuma en presencia del Adversario.

Ha-Seykan desciende a su destierro, en el estruendo de un relámpago que preña la tierra. Para los que atestiguan la ejecución de la condena, aquello es algo hermoso e inolvidable; como si una serpiente emplumada bajara a una última morada… y muchos, a través de los tiempos, rezarán porque así no sea.